giannuzzi dice que la poesía está
ahí, sobre la mesa de luz
o en la carpetita macramé
rebosante de sinrazón e impudicia
de ingenuidad e
insolencia
la poesía está ahí, pero no la encontramos
precisamente como cuando
desenfrenados y coléricos buscamos los anteojos
echando espuma por
la boca
los foquin anteojos que llevábamos puestos
el otro día sin ir más lejos la había dejado en la heladera
entre el yogurt y la manteca
le perdí el rastro durante siglos o semanas
ya casi la había olvidado
cuando en un rapto de radiante percepción fosforescente
la reconocí tiritando
mierda, el yogurt se había vencido
la concentración se me
hizo un nudo
y la muy turra ya
había partido
la vi pasar más tarde cabalgando a lo atreyu
una urraca de esas
sublimes pero trifásicas
de la escuela más renga de schönberg o cage
una urraca tan como un relámpago rauda
posada por un instante en la esquina de mi balcón
rígido
tan que ni llegué a imaginármela
volví a entreverla entre los pendejos del jabón
y en la punta de un diestro
escarbadientes
que me había aliviado de restos de embutidos
perseverantes
pero por respeto a su prosapia aristocrática
preferí fingir que la había confundido con otra persona
acaso un chiste verde
o un piropo del
betón y el fratacho
la vez que me la cruce en un centro comercial
pasó lo mismo que en el boliche gay:
los dos agachamos la cabeza por pudor
y simulamos histriónicos no vernos
¿para qué abundar?: la poesía está tan ahí
que no hay que pronunciarla
con el afán de arrinconarla la escribimos
la metemos en nuestra jaula de obsesiones egotizantes
la fotografiamos y la exhibimos
pero schade normalmente
ya no está ahí
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