sábado, 22 de octubre de 2011

iluminación

llueven pájaros que se han cansado
de volar en vano
mientras vos acercás el vaso a tu boca
creyendo que se consumará
una certeza

pronto lo sentirás deslizarse por tu garganta
y ahogarse en un tiempo gris:
solo son reales los pájaros
cuando llueven

jueves, 13 de octubre de 2011

Si te quedas en mi país

En mi país la poesía ladra
suda orina tiene sucias las axilas.
La poesía frecuenta los burdeles
          escribe cantos silba danza mientras se mira
ociosamente en la toilette
                                  y ha conocido el sabor dulzón del amor
en los parquecitos de crepé
                       bajo la luna
                       de los mostradores.

Pero en mi país hay quienes hablan con su botella de vino
            sobre la pared azulada.

Y la poesía rueda contigo de la mano
                             por estos mismos lugares que no son los lugares
para filmar una canción destrozada.
Y por la poesía en mi país
                      si no hablaste como esto
                                                        te obligan a salir
en mi país
          no hay donde ir
                                 pero tienes que ir saliendo
como el acné en el cascarón rosado.
Y esto te urge más que una palabra perfecta.
En mi país la poesía te habla
                                como un labio inquietante al oído
te aleja de tu cuna culeca
           te filma tu paisaje de Herodes
y la brisa remece tus sueños
                               –la brisa helada de un ventilador.
Porque una lengua hablará por tu lengua.
Y otra mano guiará a tu mano
si te quedas en mi país.
enrique verástegui

Rimbaud en Polvos azules

Rimbaud apareció en Lima un 18 de julio de mil
novecientos setenta y dos.
Venía calle abajo con un sobretodo negro y un par
de botines marrones.
Se le vio por la Colmena repartiendo volantes de
apoyo a la huelga de los maestros y en una penosa marcha
de los obreros trabajadores de calzado El
Diamante y Moraveco S.A., reapareciendo en la
plazuela.
San Francisco dándole de comer a las palomas
y en un cafetín donde
rociaba migajas de pan en un café con leche
mientras entre atónito y estupefacto
releía un diario de la tarde. Las personas que lo
vieron aseguran que denotaba cansancio y que
fumaba como un condenado cigarrillo tras ciga-
rrillo.
Pálido como una hermelinda, de contextura del-
gada, entre las manos portaba
un libro de tapa gruesa. Luego hizo un ademán
con la mano pidiendo la cuenta.
Pagó 13 soles y 50 ctvos. y luego partió y una
muchacha al reconocerlo le tendió
la mano y le ofreció posada y su cuerpo a lo que
él respondió invadiéndola
de luces anaranjadas. Llovía. Y las pocas perso-
nas que en esos momentos
contemplaban la escena -serían unas 15, de 20
no pasan- reunidos bajo el toldo
de la chingana armaron un tremendo barullo
llamándolo Arturo, Arturo Rimbaud.
Y sus pasos fueron lentos mientras enrumbaba
por el Jr. Leticia y la calle Caquetá
en el Rímac. Casi todos los que se encontra-
ban reunidos coincidían en afirmar
que su aparición podría traer funestas consecuen-
cias al sistema y al orden
establecido y que mejor era dar parte a la policía.
Y la descripción que de él dio un político coincidía
con las que se dan para atrapar a un maleante.
La del empleado del Ministerio de Educación fue
que en su abundante cabellera
pendía un turbante turco y una argolla de bronce
aparecía en una de sus orejas.
A lo que un joven estudiante de San Marcos pro-
rrumpió amenazadoramente aseverando.
Que todos ellos estaban alienados y que
más bien había que cumplir
al pie de la letra la aseveración de Juan Nicolás
Arturo Rimbaud "Hay que cambiar
la vida" para lo cual había que destruir todo un
sistema inhumano injusto y atroz.

¡Linda manera de hacerse oír! terció la voz de un
anciano, y un muchacho
de secundaria dijo ¡Buena tío! y la muchacha fue
invadida de luces anaranjadas extrajo un lápiz de
labios de su cartera corriendo hasta llegar a un
muro donde inscribió esta significativa palabra
FIN
jorge pimentel