de repente me desato, deambulo
por conesa
a ver si descoagulo el engrudo
de la línea fina que repara y me
separa
del instante frágil que se
dispara
hacia el ángulo rudo donde
declina.
el asfalto menciona una tibia
tarde
que resbala entre brisas
que remolona arremolina
claroscuros remotos.
y ahí ando
yo por conesa
llevado como un pájaro migratorio
al que alguien o algo le busca un
rumbo
hacia la rompiente.
ahora el ripio suena reacio
pues el asfalto se ha consumido
cada paso un rugido
un facazo
un corte en la tarde que parte
sin foto que la retenga
en su gesto último de anegarse
en lo que mi sombra alargada
vaticina
ya como noche cerrada.
el humo que enredado en la brisa
comulga con uno
trae ficciones de humanidades
solventes
tras paredes infranqueables
o de pastizales ardiendo en la
penumbra
donde de a poco
ahora
se diluye conesa.
era de esperar, vago vigía
llevado por huracanes
de redacciones sin más avales
que sonidos terciados bajo
la consigna del significante.
era de esperar, jota, que no
encontraras nunca
la
rompiente, la remota.